Autor/es: Roberto Arlt
Editorial: Bruguera
Edición: 2017
Encuadernación: rustica con solapas
Páginas: 280
Idioma: español
ISBN: 9789876277846

Publicadas en El Mundo entre 1928 y 1933, estas crónicas urbanas de Arlt eran lo más leído, lo primero que buscaba el lector y el motivo de que se vendieran más diarios. El término ‘aguafuerte’ alude a una técnica de grabado que consistía en resaltar el contorno de la imagen por medio de estiletes. Y a Arlt le habría encantado que le atribuyeran, en lugar de estilo, estilete.
Alejado deliberadamente de todo academicismo, burlón frente a las solemnidades, en sus Aguafuertes porteñas le toma el pulso a la calle, asiste, a veces compasivo, a veces despiadado, a ese desfile de personajes de barrio: el vago, el jugador, el charlatán, el tímido. Y su mirada, que no es estetizante ni idealista, se concentra en el mundo popular, en su colorido y su lenguaje vivo, en constante mutación. No es una mirada distante; por el contrario, el escritor es uno más en ese trajinar de pasajeros que van en colectivo a trabajar o se quedan charlando en la vereda.
Asiste y participa de ese espectáculo variado y lo celebra: “he llegado a la conclusión de que aquel que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del mundo”.

Aguafuertes porteñas - Roberto Arlt - Libro

$17.799
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Autor/es: Roberto Arlt
Editorial: Bruguera
Edición: 2017
Encuadernación: rustica con solapas
Páginas: 280
Idioma: español
ISBN: 9789876277846

Publicadas en El Mundo entre 1928 y 1933, estas crónicas urbanas de Arlt eran lo más leído, lo primero que buscaba el lector y el motivo de que se vendieran más diarios. El término ‘aguafuerte’ alude a una técnica de grabado que consistía en resaltar el contorno de la imagen por medio de estiletes. Y a Arlt le habría encantado que le atribuyeran, en lugar de estilo, estilete.
Alejado deliberadamente de todo academicismo, burlón frente a las solemnidades, en sus Aguafuertes porteñas le toma el pulso a la calle, asiste, a veces compasivo, a veces despiadado, a ese desfile de personajes de barrio: el vago, el jugador, el charlatán, el tímido. Y su mirada, que no es estetizante ni idealista, se concentra en el mundo popular, en su colorido y su lenguaje vivo, en constante mutación. No es una mirada distante; por el contrario, el escritor es uno más en ese trajinar de pasajeros que van en colectivo a trabajar o se quedan charlando en la vereda.
Asiste y participa de ese espectáculo variado y lo celebra: “he llegado a la conclusión de que aquel que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del mundo”.