Autor: Oscar Zucchi
Editorial: Corregidor
Edición: 2008
Encuadernación: Rústica
Páginas: 272
Idioma: Español
ISBN: 978-950-05-1786-7

El presente volumen, cuarto de la serie El Tango, el Bandoneón y sus Intérpretes, se ocupa del último contingente de la generación 1910-1925 que completa su reseña histórica. Surge así la figura de Luis Petruccelli, omitido con frecuencia al citar a los grandes fueyes del tango, a quien se le dedica un tratamiento preferencial por su jerarquía de intérprete, la calidad de su sonido potente y “redondo”. Sin duda, la contribución de Petruccelli a la creación modelada por Pedro Maffia y Pedro Laurenz ha sido de suma gravitación. En otras páginas se reseñan las trayectorias de Anselmo Esmella, Roberto Dolart y Ángel Maffia. Todos los hombres que han desfilado hasta ahora tienen en común la cualidad de hacer prevalecer la expresividad sobre el tecnicismo, no por carecer de este atributo. En el polo opuesto a esta concepción, pero con iguales valores, se presenta una luminaria del tecnicismo: Carlos Marcucci, a la vez reconocido docente del bandoneón y autor de un completo método de estudio. En esta obra se reactualizan sus valores en una pormenorizada monografía. Otro exponente de alto dominio técnico, aunque algo excéntrico, es Alejandro Scarpino, apodado “El Rey de las variaciones”, cuya trayectoria se refleja en estas páginas. Los bandoneonistas que difundieron nuestro tango por el mundo se hallan representados en el presente libro por Julio Fernández Falcón, cuyo tango “Cara rota” fue grabado por el Máximo Cantor en París. En planos artísticos distintos, pero con el común goce de la popularidad, se recortan las semblanzas de Antonio Sureda, “El Rey del vals”, y Fernando Montone, el bandoneón personal de la cancionista Sofía Bozán, a quien proveyó de sus tangos y monólogos de seguro efecto humorístico. Un lugar de privilegio se le asigna a los valores del uruguayo Héctor María Artola, “Quico”, pionero en la imposición de los arreglos orquestales en la ejecución del tango. En un boceto cuidadoso es narrado el itinerario artístico de José Della Rocca quien fuera integrante de la bautizada “Orquesta vieja” de D’Arienzo. El toque femenino está presente en las líneas dedicadas a Fermina Maristany, la única bandoneonista de raíces afro, que tuvo orquesta en los palcos del centro, venciendo prejuicios de sexo y de raza. En un breve medallón final, se evoca a Margarita Sánchez Gasquet, cuya bella figura pone en segundo plano sus aptitudes de bandoneonista y compositora. Como en los tomos anteriores, cada uno de los personajes enumerados cuenta en sus respectivas monografías con una reseña biográfica, su trayectoria artística, tangografía y discografía, éste último ítem, siempre que su extensión lo permita.

El Tango, el bandoneón y sus intérpretes. Tomo IV - Oscar Zucchi - Libro

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Autor: Oscar Zucchi
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Edición: 2008
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Páginas: 272
Idioma: Español
ISBN: 978-950-05-1786-7

El presente volumen, cuarto de la serie El Tango, el Bandoneón y sus Intérpretes, se ocupa del último contingente de la generación 1910-1925 que completa su reseña histórica. Surge así la figura de Luis Petruccelli, omitido con frecuencia al citar a los grandes fueyes del tango, a quien se le dedica un tratamiento preferencial por su jerarquía de intérprete, la calidad de su sonido potente y “redondo”. Sin duda, la contribución de Petruccelli a la creación modelada por Pedro Maffia y Pedro Laurenz ha sido de suma gravitación. En otras páginas se reseñan las trayectorias de Anselmo Esmella, Roberto Dolart y Ángel Maffia. Todos los hombres que han desfilado hasta ahora tienen en común la cualidad de hacer prevalecer la expresividad sobre el tecnicismo, no por carecer de este atributo. En el polo opuesto a esta concepción, pero con iguales valores, se presenta una luminaria del tecnicismo: Carlos Marcucci, a la vez reconocido docente del bandoneón y autor de un completo método de estudio. En esta obra se reactualizan sus valores en una pormenorizada monografía. Otro exponente de alto dominio técnico, aunque algo excéntrico, es Alejandro Scarpino, apodado “El Rey de las variaciones”, cuya trayectoria se refleja en estas páginas. Los bandoneonistas que difundieron nuestro tango por el mundo se hallan representados en el presente libro por Julio Fernández Falcón, cuyo tango “Cara rota” fue grabado por el Máximo Cantor en París. En planos artísticos distintos, pero con el común goce de la popularidad, se recortan las semblanzas de Antonio Sureda, “El Rey del vals”, y Fernando Montone, el bandoneón personal de la cancionista Sofía Bozán, a quien proveyó de sus tangos y monólogos de seguro efecto humorístico. Un lugar de privilegio se le asigna a los valores del uruguayo Héctor María Artola, “Quico”, pionero en la imposición de los arreglos orquestales en la ejecución del tango. En un boceto cuidadoso es narrado el itinerario artístico de José Della Rocca quien fuera integrante de la bautizada “Orquesta vieja” de D’Arienzo. El toque femenino está presente en las líneas dedicadas a Fermina Maristany, la única bandoneonista de raíces afro, que tuvo orquesta en los palcos del centro, venciendo prejuicios de sexo y de raza. En un breve medallón final, se evoca a Margarita Sánchez Gasquet, cuya bella figura pone en segundo plano sus aptitudes de bandoneonista y compositora. Como en los tomos anteriores, cada uno de los personajes enumerados cuenta en sus respectivas monografías con una reseña biográfica, su trayectoria artística, tangografía y discografía, éste último ítem, siempre que su extensión lo permita.