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Autor/es: Héctor Negro
Editorial: Ciccus
Edición: 2014
Encuadernación: rústica
Páginas: 72
Idioma: español
ISBN: 978-987-693-052-9
Versos, cantos y poemas
Viejas leyendas que aún circulan por legendarios boliches cuentan que una ciudad fue fundada por un ángel que, para ubicarla, creó un cielo de agua (ancho río) y le puso una orilla pampa. Y que cayeron estrellas que se hicieron peces. Esa ciudad era Buenos Aires y muchas de las estrellas eran ángeles camuflados de seres humanos. Algunos llegaron sigilosamente a la orilla y se mezclaron con los habitantes de la ciudad, llamados porteños. Nadie sospechó esta interrupción ya que allí siempre llegaban barcos con habitantes de otras tierras, de diversos orígenes, denominados inmigrantes. Y pronto se confundieron con ellos, pasando desapercibidos. Y así ocurrió que, con el correr del tiempo, hubo ángeles mazorqueros, heroicos, libertarios, canallas, milongueros, cirujas y hasta laburantes. Estuvieron en todas las contiendas, en todos los entreveros, en todos los bailongos y algunos hasta fundaron célebres guaridas. Cantaron y contaron con tristeza, con esperanza y pasión sus amores, odios y peripecias. Para ello inventaron las milongas y los tangos. Atravesaron penurias, algarabías, desasociegos y feroces dictaduras. Vieron desgranarse barrios, sus conventillos y sus jardines encendidos en flores y enredaderas. Algunos desaparecieron misteriosamente o no tanto. Y fueron lenta e implacablemente convertidos en escombros sus lugares más queridos. Por eso un día el ángel fundador preguntó “¿qué hicimos?” y se alejó de la ciudad. Sencillamente, la desangeló del todo. Y así sobrevive… Aunque nunca se da por vencida.
Ciudad desangelada - Héctor Negro - Libro
Autor/es: Héctor Negro
Editorial: Ciccus
Edición: 2014
Encuadernación: rústica
Páginas: 72
Idioma: español
ISBN: 978-987-693-052-9
Versos, cantos y poemas
Viejas leyendas que aún circulan por legendarios boliches cuentan que una ciudad fue fundada por un ángel que, para ubicarla, creó un cielo de agua (ancho río) y le puso una orilla pampa. Y que cayeron estrellas que se hicieron peces. Esa ciudad era Buenos Aires y muchas de las estrellas eran ángeles camuflados de seres humanos. Algunos llegaron sigilosamente a la orilla y se mezclaron con los habitantes de la ciudad, llamados porteños. Nadie sospechó esta interrupción ya que allí siempre llegaban barcos con habitantes de otras tierras, de diversos orígenes, denominados inmigrantes. Y pronto se confundieron con ellos, pasando desapercibidos. Y así ocurrió que, con el correr del tiempo, hubo ángeles mazorqueros, heroicos, libertarios, canallas, milongueros, cirujas y hasta laburantes. Estuvieron en todas las contiendas, en todos los entreveros, en todos los bailongos y algunos hasta fundaron célebres guaridas. Cantaron y contaron con tristeza, con esperanza y pasión sus amores, odios y peripecias. Para ello inventaron las milongas y los tangos. Atravesaron penurias, algarabías, desasociegos y feroces dictaduras. Vieron desgranarse barrios, sus conventillos y sus jardines encendidos en flores y enredaderas. Algunos desaparecieron misteriosamente o no tanto. Y fueron lenta e implacablemente convertidos en escombros sus lugares más queridos. Por eso un día el ángel fundador preguntó “¿qué hicimos?” y se alejó de la ciudad. Sencillamente, la desangeló del todo. Y así sobrevive… Aunque nunca se da por vencida.