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Autor/es: Gilbert K. Chesterton
Editorial: Gárgola
Edición: 2015
Encuadernación: rústica
Páginas: 256
Tamaño: 12 x 20 cm
Idioma: castellano
ISBN: 9789876131414
"Leer a Holmes es un ejercicio de paradoja: hay que aceptar la premisa de que unas deducciones imposibles aplicadas a unas situaciones improbables despejen misterios inexplicables, y que todo eso es lógica pura. Leer al padre Brown es saborear una construcción descaradamente improbable de situaciones folletinescas filtradas por un humor nunca disimulado, sobre lo cual al final el cura dará una explicación racional que disipará no sólo el misterio sino toda sombra de posible alternativa sobrenatural que en ese caso concreto pudiera sospecharse. En esto sí, como Holmes, el padre Brown es un racionalista absoluto (no se cansa de repetir que "atacar a la razón es mala teología"). Lo sobrenatural lo reserva justamente para la teología, materia en la que es tan docto como lo es en los arcanos más profundos de la mente humana, aunque en lo primero su conocimiento sea académico y racional, y en lo segundo intuitivo y fruto de la experiencia.
Leer a Holmes y leer al padre Brown son actividades complementarias. Ambas nos remiten al placer de la trama, al personaje incomparable y a la sorpresa del desenlace. Pero con Holmes hay veces en que es imposible no sentir que Conan Doyle nos toma el pelo al resolver algún misterio con herramientas imposibles. Chesterton jamás cometería la descortesía de reírse de su lector. De bastantes cosas se ríe en sus cuentos ya, y siempre las comparte con nosotros. Leyendo al padre Brown, siempre, nos reímos con Chesterton. Pocos privilegios mayores nos puede brindar cualquier lectura, y pocos autores han sido tan generosos.
No leer a Holmes es imperdonable. No leer al padre Brown es herejía pura."
Del prólogo de Gabriel Sosa.
La sabiduría del padre Brown - Gilbert K. Chesterton
Autor/es: Gilbert K. Chesterton
Editorial: Gárgola
Edición: 2015
Encuadernación: rústica
Páginas: 256
Tamaño: 12 x 20 cm
Idioma: castellano
ISBN: 9789876131414
"Leer a Holmes es un ejercicio de paradoja: hay que aceptar la premisa de que unas deducciones imposibles aplicadas a unas situaciones improbables despejen misterios inexplicables, y que todo eso es lógica pura. Leer al padre Brown es saborear una construcción descaradamente improbable de situaciones folletinescas filtradas por un humor nunca disimulado, sobre lo cual al final el cura dará una explicación racional que disipará no sólo el misterio sino toda sombra de posible alternativa sobrenatural que en ese caso concreto pudiera sospecharse. En esto sí, como Holmes, el padre Brown es un racionalista absoluto (no se cansa de repetir que "atacar a la razón es mala teología"). Lo sobrenatural lo reserva justamente para la teología, materia en la que es tan docto como lo es en los arcanos más profundos de la mente humana, aunque en lo primero su conocimiento sea académico y racional, y en lo segundo intuitivo y fruto de la experiencia.
Leer a Holmes y leer al padre Brown son actividades complementarias. Ambas nos remiten al placer de la trama, al personaje incomparable y a la sorpresa del desenlace. Pero con Holmes hay veces en que es imposible no sentir que Conan Doyle nos toma el pelo al resolver algún misterio con herramientas imposibles. Chesterton jamás cometería la descortesía de reírse de su lector. De bastantes cosas se ríe en sus cuentos ya, y siempre las comparte con nosotros. Leyendo al padre Brown, siempre, nos reímos con Chesterton. Pocos privilegios mayores nos puede brindar cualquier lectura, y pocos autores han sido tan generosos.
No leer a Holmes es imperdonable. No leer al padre Brown es herejía pura."
Del prólogo de Gabriel Sosa.