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Otros
Autor/a: Mario S. Sabugo
Editorial: Cafe de las ciudades
Edición: 2014
Encuadernación: rústica
Páginas: 470
Idioma: español
ISBN: 978-987-25706-7-5
Prólogo de Horacio Ferrer
Misterios de Buenos Aires
En la letra de "Me lo dijo Discépolo bajito y al oído" pongo en labios de Enrique:
Soy, yo soy,
soy un niño antiguo parecido al Tango,
soy un pensamiento bailable y tristón;
soy Buenos Aires Aires, tan mía,
ciudad de los claros capullos de misterio.
"Así como el arcano es superior al secreto, así también el misterio está por encima del arcano. EI misterio es más que un fermento estimulante. Es un suceso espiritual comparable al nacimiento o a la muerte física" medita el autor, voluntariamente
anónimo, de Los arcanos mayores del Tarot, prologado por el gran teólogo Hans Urs von Balthasar.
En María de Buenos Aires, nuestra operita con Astor Piazzolla, María muere en las alcantarillas porteñas coreada por ladrones y madamas. Mientras, el Ladrón Antiguo Mayor condena a la sombra de ella, llamada Sombra María (nombre casi conventual), a vagar por las calles lastimada y desangrada por las luces de su ciudad. Luego, Sombra María parirá a otra María de acaso insos pechado porvenir: ¿o es la misma del comienzo? Ese misterio me lo inspira la suite natal, vida y muerte y vida, de Buenos Aires: 1536, NACER - 1542, MORIR - 1580, RENACER.
Todo este pensamiento pertenece a lo que lIamo porteñología, que ahora disfruta de este fenomenal aporte de Mario Sabugo. Saber que tanto se combina con la tangología–estudio y tratado
de los estilos y estéticas del Tango– disciplina que contribuyo a fundar y forjar desde 1952, año en que ingreso a la Facultad de Arquitectura.
Para Discépolo, la ciudad de Cambalache, de Cafetín de Buenos Aires, de Yira Yira, es la ciudad en rabioso y furioso presente, la de Arlt y Scalabrini Ortiz.
En cambio, "hay que estar en el misterio", dice Homero Manzi a quien quiera oírlo; para él la identidad de la ciudad se salva por el sortilegio de la evocación: la actualidad es europeizante o, mucho peor, norteamericanizante, y en el pasado están las raíces, lo criollo, la patria, en suma. Y el barrio, amoroso y familiar, del silbido en la acústica del corazón y la guitarra y el fueye en la caricia sonora de patio. Por contrapinta del centro de los rascacielos, de las gramolas y los bares automáticos, el barrio es –para él– la medida del sentir porteño.
Cuando de niño me sumerjo en meditaciones sobre el Tango, eI ingeniero Arturo Ferrer, mi tío y espíritu de saber e ilustración enciclopédicos, me asiste con esta idea urbanística: es cierto que el Tango se vino al centro y también lo es que el centro se derramó sobre los barrios.
Siempre en vena para enriquecer la porteñología, Mario Sabugo nos ratifica que el retrato de la ciudad atesorado en la suma de los retratos de sus barrios en la versión de los vecinos con buenos recuerdos o de los preciosos cuadernos municipales y otros libros escritos por sabios como mi grande amigo Puccia, suele diferir con las tomografías poéticas y sintéticas de los versos tangueros, y por eso agrega a su trabajo un buen reservorio de letras.
Mario fue propuesto por mí con convicción y fe para miembro de
la Academia Nacional del Tango. Bienvenido sea su notable,
talentoso y novedoso aporte pensante a la ciudad de los claros
capullos de misterio.
Del barrio al centro - Mario S.Sabugo - Libro
Autor/a: Mario S. Sabugo
Editorial: Cafe de las ciudades
Edición: 2014
Encuadernación: rústica
Páginas: 470
Idioma: español
ISBN: 978-987-25706-7-5
Prólogo de Horacio Ferrer
Misterios de Buenos Aires
En la letra de "Me lo dijo Discépolo bajito y al oído" pongo en labios de Enrique:
Soy, yo soy,
soy un niño antiguo parecido al Tango,
soy un pensamiento bailable y tristón;
soy Buenos Aires Aires, tan mía,
ciudad de los claros capullos de misterio.
"Así como el arcano es superior al secreto, así también el misterio está por encima del arcano. EI misterio es más que un fermento estimulante. Es un suceso espiritual comparable al nacimiento o a la muerte física" medita el autor, voluntariamente
anónimo, de Los arcanos mayores del Tarot, prologado por el gran teólogo Hans Urs von Balthasar.
En María de Buenos Aires, nuestra operita con Astor Piazzolla, María muere en las alcantarillas porteñas coreada por ladrones y madamas. Mientras, el Ladrón Antiguo Mayor condena a la sombra de ella, llamada Sombra María (nombre casi conventual), a vagar por las calles lastimada y desangrada por las luces de su ciudad. Luego, Sombra María parirá a otra María de acaso insos pechado porvenir: ¿o es la misma del comienzo? Ese misterio me lo inspira la suite natal, vida y muerte y vida, de Buenos Aires: 1536, NACER - 1542, MORIR - 1580, RENACER.
Todo este pensamiento pertenece a lo que lIamo porteñología, que ahora disfruta de este fenomenal aporte de Mario Sabugo. Saber que tanto se combina con la tangología–estudio y tratado
de los estilos y estéticas del Tango– disciplina que contribuyo a fundar y forjar desde 1952, año en que ingreso a la Facultad de Arquitectura.
Para Discépolo, la ciudad de Cambalache, de Cafetín de Buenos Aires, de Yira Yira, es la ciudad en rabioso y furioso presente, la de Arlt y Scalabrini Ortiz.
En cambio, "hay que estar en el misterio", dice Homero Manzi a quien quiera oírlo; para él la identidad de la ciudad se salva por el sortilegio de la evocación: la actualidad es europeizante o, mucho peor, norteamericanizante, y en el pasado están las raíces, lo criollo, la patria, en suma. Y el barrio, amoroso y familiar, del silbido en la acústica del corazón y la guitarra y el fueye en la caricia sonora de patio. Por contrapinta del centro de los rascacielos, de las gramolas y los bares automáticos, el barrio es –para él– la medida del sentir porteño.
Cuando de niño me sumerjo en meditaciones sobre el Tango, eI ingeniero Arturo Ferrer, mi tío y espíritu de saber e ilustración enciclopédicos, me asiste con esta idea urbanística: es cierto que el Tango se vino al centro y también lo es que el centro se derramó sobre los barrios.
Siempre en vena para enriquecer la porteñología, Mario Sabugo nos ratifica que el retrato de la ciudad atesorado en la suma de los retratos de sus barrios en la versión de los vecinos con buenos recuerdos o de los preciosos cuadernos municipales y otros libros escritos por sabios como mi grande amigo Puccia, suele diferir con las tomografías poéticas y sintéticas de los versos tangueros, y por eso agrega a su trabajo un buen reservorio de letras.
Mario fue propuesto por mí con convicción y fe para miembro de
la Academia Nacional del Tango. Bienvenido sea su notable,
talentoso y novedoso aporte pensante a la ciudad de los claros
capullos de misterio.