Autor/es: Gerard Vilar
Editorial: Antonio Machado
Edición: 2005
Encuadernación: rústica
Páginas: 255
Idioma: castellano
ISBN: 9788477746478

Publicado en la colección La balsa de la medusa, especializada en temas de filosofía y arte, este ensayo introduce al lector en el mundo de la estética contemporánea, aduciendo ciertas razones por las cuales el arte actual es pertinente e, incluso, necesario. Ante todo, hay que advertir que no es un libro para principiantes, pues el autor, catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la UAB, ha desarrollado una investigación en profundidad y la complejidad de la obra es, cuanto menos, elevada.

En todo caso, es un libro muy interesante para cualquiera con un mínimo interés en el mundo del arte y su devenir en los últimos años. Vilar divide su ensayo en seis capítulos con el propósito de presentar una base teórica sólida sobre la que fundamentar su propia visión sobre la filosofía del arte contemporáneo. En el primero, resume la evolución de la estética desde sus primeras formulaciones (Baumgarten, Kant, Hegel) hasta pensadores modernos (Goodman, Danto), para pasar, en el segundo, a detenerse en dos teorías que, aunque discutidas, no dejan de tener cierta validez y que le resultarán útiles en su propia exposición.

Por una parte, la visión de Danto, según la cual existe un ‘mundo del arte’ que convierte en válidas ciertas obras que, por su complejidad o formulación, no hubieran sido consideradas en épocas anteriores. Por otra, la teoría institucional de Dickie, que preconizaba la existencia de un entorno institucional (galeristas, artistas, conservadores, críticos) que decide lo que es arte.

En el tercer capítulo, Vilar se detiene en el concepto de ‘obra de arte’ y cómo comprenderla -especialmente en los últimos años. Básicamente, la conclusión a la que llegamos es la de que la obra tiene pretensión de ser comprendida y que su interpretación puede ser tan variada como espectadores tiene. Por tanto, dice el autor, «su validez no estriba en su aceptabilidad (compartir su manera de ver el mundo), sino en la actualidad de su perspectiva (se puede discutir con ella)».

En los dos siguientes capítulos, la discusión se centra en exponer las razones que convierten a una obra de arte en algo ‘aceptable’. Fundamentalmente, Vilar aduce que a) debe tener la pretensión de ser inteligible (no de atesorar virtudes morales), b) debe ser válida intersubjetivamente, de manera universal (aunque los juicios que sobre ella se emitan puedan no ser compartidos, aun cuando sean verdaderos), y c) no ha de ofrecer conocimiento (como las obras de arte clásicas), aunque pueda sugerirlo; debe ser autónoma.

Y, por fin, en el capítulo sexto se ofrecen algunos argumentos para defender la necesidad de una crítica y una filosofía del arte; quizá sea ésta la parte más interesante. Lo más importante, entre otros puntos, es que Vilar introduce la necesidad de la experiencia como elemento fundamental para que la crítica sea legítima. El gusto, inevitablemente, se cultiva con la experiencia, por lo que, aun cuando vivamos en un mundo en el que todos podemos opinar, juzgar y decidir, unos están mejor dotados que otros gracia a esa acumulación de información que se traduce en un criterio más alto.

Es difícil resistirse en este momento a soltar una parrafada propia acerca de Dan Brown, Carlos Ruiz Zafón, Paulo Coelho, María de la Pau Janer y unos cuantos más, pero como la otra mitad de solodelibros está ya preparando algo de este jaez, uno acaba el comentario en este punto.

Una última puntualización: la ortografía y la gramática del libro son espantosas. Se pregunta uno si en la editorial no contratan los servicios de correctores, o es que los que contratan hacen su trabajo de manera pésima (el adverbio «apenas», hasta donde uno sabe, siempre se escribe junto). Si este aspecto es importante en cualquier libro, tal vez lo sea aún más tratándose de un ensayo de cierta complejidad argumental, en el que el hilo de los pensamientos del autor puede verse cercenado impunemente por una falta de ortografía. Valga esto como defensa y encomio de la labor, casi nunca reconocida, pero siempre imprescindible, de los correctores.

 

Las razones del arte - Gerard Vilar - Libro

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Autor/es: Gerard Vilar
Editorial: Antonio Machado
Edición: 2005
Encuadernación: rústica
Páginas: 255
Idioma: castellano
ISBN: 9788477746478

Publicado en la colección La balsa de la medusa, especializada en temas de filosofía y arte, este ensayo introduce al lector en el mundo de la estética contemporánea, aduciendo ciertas razones por las cuales el arte actual es pertinente e, incluso, necesario. Ante todo, hay que advertir que no es un libro para principiantes, pues el autor, catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la UAB, ha desarrollado una investigación en profundidad y la complejidad de la obra es, cuanto menos, elevada.

En todo caso, es un libro muy interesante para cualquiera con un mínimo interés en el mundo del arte y su devenir en los últimos años. Vilar divide su ensayo en seis capítulos con el propósito de presentar una base teórica sólida sobre la que fundamentar su propia visión sobre la filosofía del arte contemporáneo. En el primero, resume la evolución de la estética desde sus primeras formulaciones (Baumgarten, Kant, Hegel) hasta pensadores modernos (Goodman, Danto), para pasar, en el segundo, a detenerse en dos teorías que, aunque discutidas, no dejan de tener cierta validez y que le resultarán útiles en su propia exposición.

Por una parte, la visión de Danto, según la cual existe un ‘mundo del arte’ que convierte en válidas ciertas obras que, por su complejidad o formulación, no hubieran sido consideradas en épocas anteriores. Por otra, la teoría institucional de Dickie, que preconizaba la existencia de un entorno institucional (galeristas, artistas, conservadores, críticos) que decide lo que es arte.

En el tercer capítulo, Vilar se detiene en el concepto de ‘obra de arte’ y cómo comprenderla -especialmente en los últimos años. Básicamente, la conclusión a la que llegamos es la de que la obra tiene pretensión de ser comprendida y que su interpretación puede ser tan variada como espectadores tiene. Por tanto, dice el autor, «su validez no estriba en su aceptabilidad (compartir su manera de ver el mundo), sino en la actualidad de su perspectiva (se puede discutir con ella)».

En los dos siguientes capítulos, la discusión se centra en exponer las razones que convierten a una obra de arte en algo ‘aceptable’. Fundamentalmente, Vilar aduce que a) debe tener la pretensión de ser inteligible (no de atesorar virtudes morales), b) debe ser válida intersubjetivamente, de manera universal (aunque los juicios que sobre ella se emitan puedan no ser compartidos, aun cuando sean verdaderos), y c) no ha de ofrecer conocimiento (como las obras de arte clásicas), aunque pueda sugerirlo; debe ser autónoma.

Y, por fin, en el capítulo sexto se ofrecen algunos argumentos para defender la necesidad de una crítica y una filosofía del arte; quizá sea ésta la parte más interesante. Lo más importante, entre otros puntos, es que Vilar introduce la necesidad de la experiencia como elemento fundamental para que la crítica sea legítima. El gusto, inevitablemente, se cultiva con la experiencia, por lo que, aun cuando vivamos en un mundo en el que todos podemos opinar, juzgar y decidir, unos están mejor dotados que otros gracia a esa acumulación de información que se traduce en un criterio más alto.

Es difícil resistirse en este momento a soltar una parrafada propia acerca de Dan Brown, Carlos Ruiz Zafón, Paulo Coelho, María de la Pau Janer y unos cuantos más, pero como la otra mitad de solodelibros está ya preparando algo de este jaez, uno acaba el comentario en este punto.

Una última puntualización: la ortografía y la gramática del libro son espantosas. Se pregunta uno si en la editorial no contratan los servicios de correctores, o es que los que contratan hacen su trabajo de manera pésima (el adverbio «apenas», hasta donde uno sabe, siempre se escribe junto). Si este aspecto es importante en cualquier libro, tal vez lo sea aún más tratándose de un ensayo de cierta complejidad argumental, en el que el hilo de los pensamientos del autor puede verse cercenado impunemente por una falta de ortografía. Valga esto como defensa y encomio de la labor, casi nunca reconocida, pero siempre imprescindible, de los correctores.