Autor/es: Nick Hornby / Miguel Martínez Lage (Traductor)
Editorial: Anagrama
Edición: 2019
Encuadernación: rústica con solapa
Páginas: 360
Idioma: español
Tamaño: 13,5 x 20,5 cm
ISBN: 9788433974631

Nick Hornby (Maidenhead, 1957) ha ejercido de profesor y periodista y ha colaborado en publicaciones como Time Out, The New Yorker y The Independent. En Anagrama ha publicado Fiebre en las gradas, Alta fidelidad, Un gran chico, Cómo ser buenos, 31 canciones, En picado, Todo por una chica, Juliet, desnuda y Funny Girl.Entonces recibí un paquete de mi madre. Contenía un ejemplar de Alta fidelidad, de Nick Hornby, y una carta: «Este libro eres tú.» Y lo era. De acuerdo, yo no llevaba «jerséis horribles», como Rob, el propietario de la tienda de discos que protagoniza la novela, pero el libro la clavaba en lo restante: melancolía (tic), obsesión por hacer listas (tic), casetes recopilatorios con fines amatorios (tic), halo loser (tic), nerdez irreparable (tic), odio a Sting (requetetic). Alta fidelidad me recordó que algunas novelas sí hablaban de mi (nuestra) circunstancia. Me devolvió la ilusión y recalentó mi entusiasmo. Me hizo volver a amar los libros (aunque nunca dejé de darle al frasco). Y me recordó (supertic) que la música pop era la octava maravilla del planeta. Miradme: 1996, cuarto enmoquetado, engullendo Barons de lata y escribiendo paridas mientras suena el Ten Spot de Shudder to Think y el Demmamussabebonk de Snuff. Tras varios años de rencor homicida, asoma en mi cara una cauta sonrisa. Nick CheersEra 1995 y yo vivía en Cricklewood, un siniestro barrio londinense donde, una década atrás, Dennis Nilsen había matado a quince personas y arrojado sus restos por el retrete. No era muy feliz. Cultivaba una anorexia a media jornada, trabajaba en McDonald’s, vivía con un expresidiario y varios ratones, había roto con una novia (horrible) y con la subcultura mod. Tenía veinticuatro años y creía que mis sueños se habían ido por el váter, como cachos de víctimas de Nilsen. Incluso había dejado de leer, tras decidir, con Philip Larkin, que los libros eran «un montón de mierda» y que valía más «darle al frasco». Y escuchar rock’n’roll.

Alta fidelidad - Nick Hornby - Libro

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Autor/es: Nick Hornby / Miguel Martínez Lage (Traductor)
Editorial: Anagrama
Edición: 2019
Encuadernación: rústica con solapa
Páginas: 360
Idioma: español
Tamaño: 13,5 x 20,5 cm
ISBN: 9788433974631

Nick Hornby (Maidenhead, 1957) ha ejercido de profesor y periodista y ha colaborado en publicaciones como Time Out, The New Yorker y The Independent. En Anagrama ha publicado Fiebre en las gradas, Alta fidelidad, Un gran chico, Cómo ser buenos, 31 canciones, En picado, Todo por una chica, Juliet, desnuda y Funny Girl.Entonces recibí un paquete de mi madre. Contenía un ejemplar de Alta fidelidad, de Nick Hornby, y una carta: «Este libro eres tú.» Y lo era. De acuerdo, yo no llevaba «jerséis horribles», como Rob, el propietario de la tienda de discos que protagoniza la novela, pero el libro la clavaba en lo restante: melancolía (tic), obsesión por hacer listas (tic), casetes recopilatorios con fines amatorios (tic), halo loser (tic), nerdez irreparable (tic), odio a Sting (requetetic). Alta fidelidad me recordó que algunas novelas sí hablaban de mi (nuestra) circunstancia. Me devolvió la ilusión y recalentó mi entusiasmo. Me hizo volver a amar los libros (aunque nunca dejé de darle al frasco). Y me recordó (supertic) que la música pop era la octava maravilla del planeta. Miradme: 1996, cuarto enmoquetado, engullendo Barons de lata y escribiendo paridas mientras suena el Ten Spot de Shudder to Think y el Demmamussabebonk de Snuff. Tras varios años de rencor homicida, asoma en mi cara una cauta sonrisa. Nick CheersEra 1995 y yo vivía en Cricklewood, un siniestro barrio londinense donde, una década atrás, Dennis Nilsen había matado a quince personas y arrojado sus restos por el retrete. No era muy feliz. Cultivaba una anorexia a media jornada, trabajaba en McDonald’s, vivía con un expresidiario y varios ratones, había roto con una novia (horrible) y con la subcultura mod. Tenía veinticuatro años y creía que mis sueños se habían ido por el váter, como cachos de víctimas de Nilsen. Incluso había dejado de leer, tras decidir, con Philip Larkin, que los libros eran «un montón de mierda» y que valía más «darle al frasco». Y escuchar rock’n’roll.