Autor: Alain Robbe-Grillet
Editorial: Cactus
Edición: 2010
Encuadernación: rústica
Páginas: 192
Idioma: español
ISBN: 978-987-24075-8-2

No fue una corriente literaria, sino más bien un movimiento de las cosas, una tendencia de lo real. La reunión tácita de una generación de novelistas tan dispares fue aquel sustrato común, impersonal: la experimentación de nuevas formas de escritura. Para el escritor ya no se trataba de ser fiel, veraz, en relación a un mundo más allá, o de ser su expresión. Se trataba de crear el mundo, de inventarlo. Develar las formas implícitas de una materia, en este caso la escritura, como el tallador que sigue las vetas de la madera.
Estos escritos de Robbe-Grillet, que van de 1953 a 1963, tratan de pensar en este meollo experimental, vivo, las condiciones en que se despliega la Nueva Novela; la que ya vivía en Proust, Joyce, Kafka y Flaubert, y que luego encontramos en Beckett, Roussel, Bousquet, y otros.
Este movimiento deshace toda una tradición que va de Balzac a Sartre, en la que reinaban el personaje, la historia, la metáfora, sostenidos en una visión naturalista, humanista y trágica. De la novela burguesa, aquella que expresaba la Edad del Hombre, su dominio en el mundo, a la novela del compromiso (del arte) con la Revolución, frente a la cual Robbe-Grillet reafirma que el único compromiso del escritor es con las propias mutaciones de su arte, de su práctica.
En la Nueva Novela el hombre sigue existiendo, pero ya no puede asir las cosas, se le escapan. Su acción no le concierne del todo. Los objetos ya no le pertenecen, no hablan de él ni le hablan. Y a menudo el escritor moderno no tiene mucho para decir y no sabe muy bien cómo decirlo. Describe lo que ve, y eso es todo, y la descripción ya no es el marco para un contenido anecdótico, sino el movimiento mismo de la escritura. Los objetos y los seres están ahí, y es esa presencia la única verdad del relato. De allí que el lector sufra continuas decepciones. Pero como señala Robbe-Grillet: Si al lector le cuesta a veces trabajo orientarse en la novela moderna, también se pierde a veces en el propio mundo en el que vive, cuando todo alrededor suyo cede, viejas construcciones y viejas normas.
Mutaciones que son las nuestras. Esta falta de orientación y este suelo que cede es nuestro hábitat, nuestro presente. Y hoy, como siempre, hay refugio e intemperie. El problema, como alguien decía, es que afuera de la casa hace frío.

 

Por una nueva novela - Alain Robbe-Grillet - Libro

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No fue una corriente literaria, sino más bien un movimiento de las cosas, una tendencia de lo real. La reunión tácita de una generación de novelistas tan dispares fue aquel sustrato común, impersonal: la experimentación de nuevas formas de escritura. Para el escritor ya no se trataba de ser fiel, veraz, en relación a un mundo más allá, o de ser su expresión. Se trataba de crear el mundo, de inventarlo. Develar las formas implícitas de una materia, en este caso la escritura, como el tallador que sigue las vetas de la madera.
Estos escritos de Robbe-Grillet, que van de 1953 a 1963, tratan de pensar en este meollo experimental, vivo, las condiciones en que se despliega la Nueva Novela; la que ya vivía en Proust, Joyce, Kafka y Flaubert, y que luego encontramos en Beckett, Roussel, Bousquet, y otros.
Este movimiento deshace toda una tradición que va de Balzac a Sartre, en la que reinaban el personaje, la historia, la metáfora, sostenidos en una visión naturalista, humanista y trágica. De la novela burguesa, aquella que expresaba la Edad del Hombre, su dominio en el mundo, a la novela del compromiso (del arte) con la Revolución, frente a la cual Robbe-Grillet reafirma que el único compromiso del escritor es con las propias mutaciones de su arte, de su práctica.
En la Nueva Novela el hombre sigue existiendo, pero ya no puede asir las cosas, se le escapan. Su acción no le concierne del todo. Los objetos ya no le pertenecen, no hablan de él ni le hablan. Y a menudo el escritor moderno no tiene mucho para decir y no sabe muy bien cómo decirlo. Describe lo que ve, y eso es todo, y la descripción ya no es el marco para un contenido anecdótico, sino el movimiento mismo de la escritura. Los objetos y los seres están ahí, y es esa presencia la única verdad del relato. De allí que el lector sufra continuas decepciones. Pero como señala Robbe-Grillet: Si al lector le cuesta a veces trabajo orientarse en la novela moderna, también se pierde a veces en el propio mundo en el que vive, cuando todo alrededor suyo cede, viejas construcciones y viejas normas.
Mutaciones que son las nuestras. Esta falta de orientación y este suelo que cede es nuestro hábitat, nuestro presente. Y hoy, como siempre, hay refugio e intemperie. El problema, como alguien decía, es que afuera de la casa hace frío.